Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Trabaja desde hace doce años en la residencia de personas con discapacidad intelectual y necesidades de apoyo generalizado Etxebidea, de titularidad foral.
¿Cómo recuerda esas semanas de finales de febrero y primeros de marzo de 2020?
Recuerdo que por esas fechas yo no estaba en la residencia, tenía unos días libres y estaba fuera. Aquellos primeros días de marzo se empezaron a detectar los primeros casos en Vitoria y a poner en marcha protocolos de actuación en las residencias (carteles informativos de las medidas de seguridad necesarias que había que cumplir como el lavado de manos, la distancia de seguridad…) Y reconozco que lo estaba pasando peor estando fuera de la residencia que si hubiese estado esos días trabajando, por toda la incertidumbre que había en ese momento. Recuerdo esas semanas y se me ponen los pelos de punta. Se intuía que algo serio estaba pasando sobre todo con las noticias que llegaban desde Italia, aunque no creo que nadie, ni el más pesimista imaginase la que nos venía encima, aun así yo echaba de menos que se actuase con más firmeza a nivel político, que seguían hablando de que esto no era para tanto, pero pasaban cosas que no cuadraban. Fueron días de mucha preocupación, de mucho intercambio de correos electrónicos, de protocolos cambiantes cada momento,… Lo vivimos con angustia.
¿Cómo fueron adaptando la organización de la residencia?
Decidimos blindar la residencia antes del estado de alarma. No podíamos prohibir las visitas pero llamamos a las familias para aconsejarles que en ese momento, cuando Vitoria se puso en el mapa de transmisión comunitaria, no viniesen, no eran recomendables en base a protocolos sociosanitarios previos. Todas las familias nos hicieron caso, con lo duro que es tanto para los familiares como para los usuarios. Lo recuerdo con angustia, por no saber qué iba a pasar, cómo íbamos a poder diagnosticar ante la escasez de pruebas. Los usuarios son personas con discapacidad intelectual profunda y necesidades de apoyo generalizado, sin lenguaje oral en la mayoría de los casos y muchos de ellos muy deteriorados, con gran vulnerabilidad a nivel sanitario. Una parte importante de ellos tienen problemas de disfagia lo que les ocasiona broncoaspiraciones y muchas veces neumonías. Nuestra mayor preocupación era la dificultad de diagnóstico porque no había pruebas PCR disponibles tan fácilmente. La escasez de material de protección y las dificultades para conseguirlo, cosa que ocurría en todas partes, también nos preocupaba.
La parte positiva fue el apoyo de las familias
Ese cariño y apoyo de las familias fue de grandísima ayuda. Nos llamaban continuamente para preguntarnos qué podían hacer por nosotros, para ayudarnos, nos pedían que nos cuidásemos, y nos decían que lo estábamos haciendo muy bien… Hay que pensar que en un centro como el nuestro, con usuarios con una media de edad en torno a los 45 años, muchos de ellos llevan muchos años en el centro, desde niños, y por tanto la relación con las familias es en general muy fluida.
¿Cuándo detectaron los primeros casos en Etxebidea?
Antes de la llegada de los primeros casos al centro, nos volcamos para buscar material de protección, que sí disponíamos para tratar los casos sospechosos pero no tanto para el día a día. Todo el mundo intentaba colaborar en la medida de sus posibilidades: personal de la residencia se dedicó a coser batas de protección, hubo entidades y particulares que nos donaron mascarillas, pantallas de protección facial…Tuvimos la suerte de ser de los últimos centros en la provincia en tener usuarios contagiados por lo que pudimos contar con la experiencia del resto de compañeros de nuestras residencias que nos informaban de cómo lo habían gestionado ellos, lo que fue de gran ayuda. El 5 de abril tuvimos el primer brote, afectando a personas de dos de las residencias de las cinco de las que se compone Etxebidea. Gracias a las coordinadoras sociosanitarias tanto de Osakidetza como del Instituto Foral de Bienestar Social, Amaia Sáenz de Ormijana y Esther Astola, en menos de una semana tuvimos a todas las personas usuarias de la residencia con prueba PCR realizada. De esta forma, pudimos dividir a los usuarios en los que eran COVID positivos de aquellos que eran contacto estrecho y de los que eran negativos. Todo ello nos ayudó a controlar el brote.
En su caso fue peor el mes de marzo con la incertidumbre de cómo diagnosticar y qué materiales estaban disponibles, que el día que entró el virus.
Cuando llegó el brote ya teníamos un material de protección excelente y la experiencia de otros centros del Instituto Foral de Bienestar Social así que fue bastante mejor de lo esperado. Además, tuvimos un gran apoyo en el servicio de Medicina Interna de Txagorritxu, en concreto con la Dra. Julia Barroso, que pese a la carga de trabajo que estaban soportando siempre atendió mis llamadas sobre dudas o consultas, todo fue ayuda. Lo mismo que por parte de nuestra psiquiatra de la red de salud mental de Alava la Dra Pilar Martínez, disponible a cualquier hora. Y es que muchos usuarios no entendían que sus familiares no fuesen a verles, muchos de ellos son autistas acostumbrados a rutinas que al modificarse conllevan alteraciones de conducta. Aun así hay que decir que fue mejor de lo esperado, teniendo en cuenta el perfil del usuario y todos los cambios organizativos que nos vimos obligados a hacer y que sobre todo el personal de atención directa se volcó en dar un plus de “calidez” a los cuidados. Se realizaron muchas videollamadas desde el centro para mantener el contacto con sus familiares. Toda esa ayuda nos vino muy bien porque los protocolos hacen referencia a centros sociosanitarios de grandes dependientes, pensando casi siempre en personas mayores, y nosotros tenemos otra realidad con otra problemática que a veces nos deja fuera de los protocolos.
¿Cuál es la situación actual?
Tuvimos el primer brote en abril, otro pequeño muy autolimitado en agosto, el invierno lo hemos pasado bastante tranquilos, y ahora (febrero) tenemos algún caso pero están todos muy bien.
Nos hemos acostumbrado ya a guardar la distancia interpersonal, al uso continuado de mascarillas, que no se mezclen los usuarios de unos módulos con otros. A todo te acostumbras. Nos ha tocado hacerlo así y no lo estamos llevando mal. Afortunadamente Etxebidea goza de amplios espacios exteriores y podemos dar paseos por los jardines. Las visitas están abiertas pero se han reducido a un par de veces por semana, con mascarillas y en espacios ventilados, preferiblemente en el exterior. Lo que todavía no se ha recuperado son las salidas de los usuarios a sus domicilios.
Con la esperanza puesta en la vacuna
Las vacunas ya han llegado y estamos esperamos la segunda dosis, lo que nos puede permitir empezar a abrir un poco más el centro, pero con mucha precaución. Las medidas se mantendrán, no podemos relajarnos pero en el fondo todos tenemos cierta esperanza. Aunque, sin duda, hay que seguir cuidándonos. No hay estudios de cómo de eficaz es la vacuna en personas con discapacidad intelectual profunda, no suelen entrar en muchos ensayos de fármacos…